viernes, 11 de diciembre de 2009

El hombre del antifàz azul

«Lo que no es, no es.»

HERÁCLITO.



La caída.




A. empezaba a cansarse de estar cansada sin nada que hacer.
No hace nada pero lo hace mal, recordó.
Un hombrecillo de antifaz azul paso corriendo junto a ella.
A. no considero extraordinario que el hombrecillo exclamara:
-los años pasan; voy a llegar tarde.
Sin embargo, cuando el enmascarado saco de un bolsillo una pistola, y después de consultarla como a un reloj acelero el paso,
A. se incorporo, y ardiendo de curiosidad, corrió detrás del ocultado, llegando con el tiempo justo de verlo desaparecer por una madriguera disimulada. Inmediatamente, entro detrás el.

La madriguera parecía recta como un túnel, pero de pronto,
y esto era del todo inesperado, torcía hacia abajo tan bruscamente que A. se encontró cayendo -como aspirada por la boca del espacio- por lo que parecía ser un poso.

O el poso era muy hondo o ella caía con la lentitud de un pájaro, pues tuvo tiempo, durante la caída, de mirar atentamente a su alrededor y preguntarse que iba a suceder a continuación
(¿a caso el encuentro del suelo con su cabeza?). Primero trato de mirar hacia abajo, para informarse del sitio donde iba a caer, pero la oscuridad era demasiado intensa; después miro a los lados y observo que las paredes del poso estaban cubiertas de armarios llenas de objetos. Vio, entre otras cosas, mapas, bastones, de caramelos, manos de plata asidas a un piano, monóculos, bracitos de muñecos, guantes de damas antiguas, un astrolabio, un chupete, un cañón, un caballo pequeñísimo espoleado de un San Jorge de juguete embistiendo a un dragón de plexiglás, un escarabajo de oro, un caballo de calesita, un dibujo de la palma de la mano de Lord Chandos, una salamandra, un niña llorando a su propio retrato, una lámpara para no alumbrar, una jaula disfrazada de pájaro... En fin, tomo de uno de los estantes una caja negra de vidrio pero comprobó, no sin decepción, que estaba vacía. No queriendo tirar la caja por miedo de matar a alguien que estuviera más abajo, la tiro igual.

-Después de una caída así, rodar por una escalera no tendría ninguna importancia -pensó.

Evoco escaleras, las más desgastadas, a fin de convocar muertos y otros motivos de miedos nocturnos. Pero se sentía valiente y no podía no recordar este verso; La caída sin fin de muerte en muerte.
¿Es que no terminaría nunca la caída? Seguía callendo, callendo. No le era dado hacer otra cosa. Recordó:

...Caen
los hombres resignados
ciegamente, de hora en hora, como agua de una peña arrojada
a otra peña, a través de los años,
en lo incierto, hacia abajo.

A. Comenzaba a sentir sueño; mientras seguía cayendo se escucho preguntar:

-¿Y qué pasa si un no se muere? ¿Y que muere si un no se pasa?

Como no podía contestarse a ninguna de las preguntas, tanto daba formular una que otra. Sus ojos se cerraron y soñó que conducía un camión de transporte de antifaces.
De repente, se estrello contra un colchón. La caída había terminado.

2 comentarios:

  1. Bienvenida a Blogger (?) Fox Terrier!
    Que lindo es caerse, besin

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  2. Al igual que Milton os doy -otra- bienvenida a este mundo...

    Y que genial comienzo, tal como el del memorable libro de Lewis Carroll =D gran obra gran...!!

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